El «danze» o «baile» de castañuelas es interpretado por ocho mozos bailadores (a veces hasta 14), que acompañados por el músico que toca flauta y salterio, ejecutan sus bailes delante de la urna que conservan los restos de la patrona de Jaca y su Diócesis.
Van formados en dos filas, bailando ininterrumpidamente durante el tiempo en que sucede la procesión. No parando en ningún momento hasta llegar a la plaza en que secularmente se expone y muestra la sagrada reliquia.
De origen algo incierto, podemos asegurar que ya en 1.650 dos cuadrillas de «dançadores» evolucionaban sus bailes delante de la urna de la Santa. Durante estos años vemos como se va conformando un tipo de danzas que a pesar de muy diversas circunstancias ha podido llegar hasta nuestros días.
Sabemos que al igual que en la actualidad, eran acompañados por música de «salterio» así como que danzaban «con sus pulgarillas, y cascaveladas, y galas blancas … vestidos de blanco, y ceñidos con ricas vandas, vistosas ligas y cubiertos con bonetes montañeses …». El hecho de bailar delante de la urna, sin interrupción alguna y de cara a ella, así como por otros detalles, nos hacen ver una clara continuidad entre aquellos años y los nuestros.
Desapareció en época incierta uno de los dos grupos de bailadores que se preparaban para estos festejos, así como las » sentenciosas liras» (poemas) que se recitaban en tales ocasiones; algunas eran tan sustanciosas como éstas:
1º Desde os barrancos de Ulle
llega esta noche corriendo
montañés a maitines
aficionado al salterio.
(s. XVII – archivo catedral, recogidas por Juan Fco. Aznarez)
Durante todo el s. XVIII y XIX hay continuas referencias a estos bailes de castañuelas y no es hasta 1.922 en que vemos una gran interrupción en esta tradición. Es entonces cuando desaparece temporalmente este «danze», que es sustituido por el «paloteao». Las razones no están muy claras, pero parece ser que las autoridades preferían algo de mayor realce y espectacularidad para honrar a nuestra Patrona.
Sobre el año 1.942, después de la Guerra Civil, se vuelven a restaurar algunas de nuestras viejas tradiciones, destacando el impulso que recibió la fiesta del Primer Viernes de Mayo, precisamente por los mismos jóvenes labradores que recuperaron tanto el «paloteao» como el «baile de castañuelas». Este periodo duró muy poco, unos tres o cuatro años, pero fue suficiente para mantener vivo el recuerdo del mismo.
Treinta años más tarde, en 1.979, el Grupo Folklórico «Alto Aragón» decide recuperarlo del olvido y llevar a cabo su desarrollo en las celebraciones en que tradicionalmente se había bailado: Domingo de la Trinidad, día de San Juan y día de Santa Orosia.
En la actualidad, el viejo «danze» sigue muy vivo y en proceso de continuo enriquecimiento.
Los diferentes bailes que conforman este «danze» se interpretan de manera continua y sin respiro alguno durante el tiempo que transcurre la procesión por las calles de Jaca.
Los hay que sirven para avanzar y otros para retrasar el paso según convenga a la marcha de la procesión. Otros, más descansados, para aliviar el esfuerzo del bailador. Los hay más propios de ejecutarlos en la plaza, con amplio espacio alrededor. Y otros, por fin, servirán para entrar de manera más cómoda hasta el interior de la Catedral.
Uno tras otro se bailan según el orden que a voz en grito va indicando el que lo dirige, que se sitúa a la cabeza de las dos filas. Mientras, el músico va interpretando las diversas melodías de su repertorio.
En la actualidad son nueve las que constituyen el conjunto del «danze». Todas ellas están reconstruidas siguiendo las indicaciones de antiguos bailadores que en su día hicieron. El concepto de folclore «vivo» permite introducir todas aquellas variaciones que se creen convenientes; incluso la creación de nuevos bailes que lo enriquezcan.
Estas son:
Calzón y chaquetilla de piqué blanco, adornados con galones polícromos y con pasamanería de seda y oro. Cascabeles en los antebrazos y al lado de las aberturas de los calzones: Camisa blanca, marinetas y medias blancas, fajas de estambre de color azul o rojo, mantón – «vanda» – de seda con flecos atado a un costado, alpargatas miñoneras, bonete montañés, ligas bordadas y un clavel en la boca.
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